Desde que fue descubierto en
1976 las cepas del virus del Ébola
han causado estragos en todo el centro de África, en particular en el área del
Congo. Pero los incidentes anteriores solo afectaron a una fracción de la población
que fue golpeada por un brote en 2014 y que ha infectado a más de 1700 personas
y mató a más de 900. Quizá lo más aterrador del Ébola, con excepción de la
alarmante tasa de mortalidad, es lo poco que sabemos de la enfermedad.
El 6 de agosto de 2014 la
Organización Mundial de la Salud afirmó que 932 personas habían muerto de Ébola
solo en el verano. En un mundo de miles de millones esta cifra puede parecer
estadísticamente insignificante, pero hay que darse cuenta de que las comunidades
rurales pequeñas se han visto especialmente afectadas. El 5 de agosto una
enfermera de Lagos fue el primer nigeriano que murió a consecuencia del virus.
Esto es particularmente alarmante ya que Lagos es la ciudad más poblada de
África con un estimado de 21 millones de habitantes. Nigeria está luchando por
contener la plaga, pero no se puede predecir cómo se expandirá la enfermedad.
El brote de 2014 parece haberse extendido a Guinea con docenas de casos
reportados por el ministerio de Salud. En un lapso de meses la enfermedad cruzó
las fronteras hacia las naciones vecinas de Sierra Leona, Costa de Marfil y
Liberia, lo que llevó a muchos países del mundo a emitir una advertencia hacia
los visitantes de los países afectados. Se presentaron casos en Estados Unidos
y España.
Cuando la noticia del brote
del Ébola se difundió por primera vez, los occidentales escucharon con cautela
pero sin gran preocupación. Después de todo el Ébola había surgido de forma
intermitente durante más de 30 años sin causar daños significativos. Pero
cuando se anunció que un estadounidense infectado, el Dr. Kent Brantly sería
repatriado a los Estados Unidos cundió el pánico. Reconociendo una jugosa
historia los medios solo empeoraron las cosas. El médico de 33 años fue
transportado desde Liberia en una ambulancia aérea hacia el Hospital de la
Universidad de Emory en Atlanta, el cual está equipado con una unidad de
atención de bioconfinamiento sofisticada, repleta de luces ultravioleta y
sistemas de filtración de aire. Si eso no mitiga los miedos, los expertos
afirman que si de alguna manera el virus sale del hospital su impacto sería
mínimo Según Ian Lipkin, epidemiólogo de la Universidad de Columbia, brotes
sostenidos no ocurrirían en países americanos debido a factores culturales.
Mientras que las familias cuidan de los enfermos y preparan los cuerpos para el
entierro, esto no ocurre en el mundo desarrollado. Las autoridades sanitarias
también pueden identificar y aislar rápidamente a las personas infectadas.
Los primeros brotes
registrados de Ébola se produjeron en 1973 en Zaire, actual Republica
Democrática del Congo y Sudán. Cuando la gente comenzó a morir de una
misteriosa enfermedad, William Close, el médico personal del presidente de
Zaire, envió a un grupo de expertos del Instituto de Medicina Tropical de
Bélgica. La investigación se centró en la aldea de Yambuku, donde se registró
el primer caso conocido, el que luego se extendió rápidamente a otras personas.
El equipo belga decidió llamar al virus Ébola gracias a un río cercano llamado
Ébola en lugar de estigmatizar al pueblo. Por supuesto, es probable que el
Ébola haya infectado a más personas en el pasado. Algunos historiadores afirman
que el Ébola fue responsable de la plaga de Atenas, que azotó el mediterráneo
durante la guerra del Peloponeso en el año 430 Ac.
A los teóricos de la
conspiración les encanta crear cuentos en torno de los laboratorios secretos de
investigación del gobierno donde los agentes biológicos mortales se cultivan y
se crean monstruos espantosos. Pero a diferencia de muchas teorías
descabelladas, esta tiene algo de verdad. Una de esas instalaciones es el
Centro de Investigación en Microbiología Aplicada en Porton Down, en
Inglaterra, donde la investigación del Ébola se lleva a cabo. El laboratorio,
de nivel cuatro en categoría de seguridad, está equipado con un sistema de
duchas para esterilizar a los investigadores antes de que salgan, además de un
vidrio a prueba de balas para garantizar de que el virus se mantenga aislado.
En caso de que un accidente ocurra, como un desgarro en el traje o en un
guante, una alarma sonará. Estos
protocolos han estado en vigor desde hace décadas, pero cuando el Ébola estaba
haciendo sus primeras apariciones en 1976 nadie estaba seguro que peligros
planteaba. Un investigador se infectó accidentalmente el 5 de noviembre de 1976
cuando se pinchó accidentalmente el pulgar con una jeringa mientras trabajaba
con animales de laboratorio. Los síntomas aparecieron días más tarde, aportando
al mundo científico con sus fluidos
corporales y la mayor parte de los datos iniciales sobre el virus. Por suerte
el hombre sobrevivió.
Los primeros 7 a 10 días de la aparición de los
síntomas del Ébola son fundamentales para la supervivencia de los infectados.
Este tiempo es cuando la mayoría de víctimas muere, pero si el cuerpo produce
suficientes anticuerpos para combatir el virus, la recuperación es posible.
Incluso después de un análisis de sangre limpia el Ébola puede persistir de
formas inusuales, como en la leche materna en las mujeres en periodo de
lactancia. También permanecen en el semen hasta tres meses, ya que los
anticuerpos transmitidos por la sangre no llegan a los testículos, así que a
los varones que se recuperan del virus se les recomienda practicar sexo con
preservativos. El liquido seminal tomado del investigador infectado en Porton
Down contenía el virus 61 días después de su recuperación.
Los virus que matan a sus víctimas rápidamente nos
llenan de terror, pero estas son las menos insidiosas. La muerte dentro del
primer día de infección es de temer, pero es una manera terriblemente ineficaz
para difundir una enfermedad. Virus de acción rápida como el Ébola
históricamente se han suprimido así mismo de forma rápida y cerca de su fuente
original, mientras que los virus que se manifiestan lentamente como el VIH se
han extendido por todo el mundo. Los científicos creen que la razón para que el
virus del Ébola se resista a desaparecer es que ha encontrado un yacimiento en
la población de murciélagos de África centra y occidental, de la misma forma en
que se han convertido en el vector de la rabia en otras partes del mundo. Los
murciélagos de la fruta, que son asintomáticos, transmiten la enfermedad a otros animales como
los chimpancés y gorilas. En las partes más económicamente favorecidas del
mundo estas criaturas morirían rápidamente, y la historia habría culminado. Sin
embrago, en muchas partes de África subsahariana hay un nutrido comercio de
carne de animales silvestres que son cazados y vendidos cuando las opciones
menos agradables no están disponibles. La carne puede ser de casi cualquier
especie, incluyendo murciélagos, monos y ratas. Quizá esto suene repugnante
para muchos de nosotros, pero es una opción válida a morir de hambre. Habría
bastado solo un animal infectado para iniciar el brote este año.
Aunque el foco hasta el momento parece estar
localizado, los hospitales de todo el mundo están en alerta ante los síntomas
del Ébola. Desafortunadamente los síntomas de las primeras etapas del virus son
tan comunes que son ignorados o mal diagnosticados con frecuencia. Los síntomas
iniciales son muy parecidos a los de un resfriado: dolor de cabeza, cansancio,
dolor de cuerpo, fiebre, etc. Por desgracia, las cosas se ponen mucho peor
desde aquí. El estomago se revela pronto con vómitos, diarrea, dolor intestinal
y diarrea, dejando al paciente debilitado para la siguiente etapa en
el que el virus ataca todas las funciones sistémicas del cuerpo. Esta es la
etapa más sangrienta cuando la fiebre hemorrágica se hace evidente. La piel
estalla en ampollas y la sangre brota de las orejas y los ojos. La muerte se
deriva de varias complicaciones como convulsiones, insuficiencia orgánica y
presión arterial baja. Hay varios factores que intervienen en la determinación
de la tasa de mortalidad, incluyendo la cepa específica del virus.
En el pasado, el Ébola se propagaba desde sus
huéspedes animales infectando a un puñado de personas en zonas rurales antes de
fracasar en su propagación. El desarrollo de una vacuna no ha sido una opción
económicamente viable para las empresas farmacéuticas, ya que no habría ningún
beneficio en ello. A pesar de la falta de potencial de comercialización de una
vacuna, los gobiernos del mundo han estado tomando en serio la enfermedad
durante años, derivando millones de dólares en su investigación ante la
posibilidad de que el Ébola sea utilizado como un arma biológica. Algunas vacunas experimentales han demostrado
una gran promesa, incluyendo una que evita por completo la infección en los
monos Rhesus con la cepa Zaire, la responsable de la epidemia de 2014. Esta
vacuna es tan eficaz que incluso ha curado a cuatro monos que ya habían sido infectados.
Sin embargo, los intereses de la industria privada en hacer de esto una
realidad para las masas es un obstáculo totalmente diferente.
Los mecanismos precisos de la transmisión de la
enfermedad son desconocidos. La mayoría de los expertos coinciden en que solo
se puede transmitir entre humanos mediante el intercambio de fluidos
corporales, aunque hay una cierta discusión que se podría transferir de forma
aeróbica de los cerdos a otras especies. Desafortunadamente, aquellos que no
han sido testigos de los estragos del Ébola subestiman las fugas de fluidos del
cuerpo de un paciente, sobre todo en las últimas etapas, cuando la sangre se
filtra por los orificios. Combinado con el hecho de que una sola enfermera o
medico a menudo son delegados de atender
a varios pacientes a la vez y la generalmente pobre infraestructura médica de
África central y occidental, no es de extrañar que a menudo se encuentren
enfermos.
En el pasado, el tratamiento del virus del Ébola
era prácticamente inexistente. Las víctimas solo recibían cuidados paliativos,
incluyendo líquidos para mantenerlos hidratados, analgésicos y antipiréticos,
así como antibióticos para atenuar cualquier otra complicación y mantener el
sistema inmunológico lo suficientemente fuerte como para concentrase en luchar
con la enfermedad. El resto era en gran parte la propia fortaleza del paciente.
Sin embrago, victimas estadounidenses han recibido medicamentos experimentales.
Uno de ellos fue tratado desde el principio con una transfusión de sangre de un
niño de 14 años que había sobrevivido a la enfermedad. También se le suministro
un suero derivado de los anticuerpos de animales expuestos al Ébola el cual
habría mejorado el sistema inmune y mostrado eficacia en la mejora de los
pacientes.
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